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sábado, 15 de julio de 2017

Una estola de seda con flecos para Carmencita.

  Después de una década con tantos hermanos, reducir la vida a sólo una hermana se hizo extraño. Pero la generosidad y vitalidad de Tía Carmen consiguió cambiarlo todo. Me brillan los ojos al recordar esos veranos bajo el sol gaditano. Otra vez era la menor de muchos hermanos, que en esta ocasión iban a la playa en un Renault 12 ranchera de color burdeos, con tantos asientos imaginarios que el trayecto se hacía muy corto. Recuerdo perder el aliento ante la imponente figura de mi Tío, que aunaba su uniforme militar con expresiones de cariño. Tenía un admirado hermano mayor, bastante protector, y un divertido compañero de juegos que nunca ha parado de hacerme reir con sus ocurrencias. Porque esa arena y yo nos conocíamos desde hacía bastante tiempo, aún antes de tener conocimiento. Fue en un verano y con Abuela Nati pletórica por estar con tres de sus hijas a la vez. Al crecer en la vida, cambia el lado del prisma con el que ves el paisaje, llegando hoy a buscar, como en casi todas las opciones que se me plantean, un imposible: la arena sin sol. Tengo que decir que algunos imposibles los he conseguido...

 Esta nueva familia presentaba grandes diferencias con la anterior, y la más drástica era que ahora no podía elegir entre hermanas. Sólo estaba ella: la mirada que quería tener hermanas pequeñas. Recuerdo cerrar la puerta de su coqueto dormitorio para contarnos ningún secreto, huyendo de varoniles voces. Sus muñecas, sus libros de Enid Blyton y su bureau oscuro daban calma y misterio a ese cuarto de gran espejo con fotos enganchadas, donde nunca tuve intención de tocar nada para no manchar tan auténtico carácter.
 Carmencita para mí, Mari Carmen para los demás, siempre ha tenido una actividad tranquila pero intensa, combinada con su persistente cariño, y llena de una a veces incomprendida buena intención. Asombrosa cocinera y ordenada subalterna de su Madre, sonreía camino de la playa, presumiendo de primas pequeñas ante los vecinos. Imposible olvidar que, cuando estaba a punto de flotar en mi sueño sobre la arena, su voz sonaba firme anunciando el tan temido paso del tiempo, que obligaba a girar el cuerpo otro cuarto de hora en posicion inversa. A pesar de mis quejas, conseguía devolverme con un excepcional color de piel, impensable en mí.
 Muchas imágenes, algunas para siempre sobre el papel, llenan esos veranos con sabor a mortadela con aceitunas y competiciones comiendo arroz a la cubana, además de una inolvidable, única y sabrosísima ensaladilla rusa de Tía Carmen, de imprescindible cata bautizadora para todos los nuevos miembros de esa Familia de Verano.
 Y con el paso de los años, descubrí sorprendida que su ilusión por ser nuestra "hermana mayor" era muy superior a la diferencia de edad que nos separaba. Consiguió engañarme con su mayor secreto.

 Y es que Carmencita es la dulce mirada que te envuelve y protege. Una mano que te aprieta el brazo y te pregunta si estás bien, entonces ella también. El roce suave de un gato que ronronea. Carmencita es la familia, todos juntos, con sus padres en el centro. Multiplica las horas del día para impresionarnos; llega donde los demás pierden el aliento y abandonan. Es la constancia, el esfuerzo, hasta que consigue su objetivo. Todo en su sitio y conjuntado con estilo.
 Pero para mí, Carmencita es quien trajo el olor a jazmín a mi ropa de ajuar, quien me dio consejos en mi primer vuelo sola, y donde encontré el ejemplo de una vida exitosa y ordenada lejos de los de siempre.





 Para Carmencita, una estola en seda estampada de Emanuel Ungaro, con flores azules y moradas sobre fondo turquesa. Queda terminada con fleco de viscosa en malva, con el que se ha realizado un enrejado de dibujo habitual en los mantones de manila.

Estola de Carmencita adornando el juego de jarra y palangana de La Cartuja de Sevilla que Abuela Nati le regaló a mi Madre tras pasar juntas un verano en Cádiz.

 Esta seda tiene un tacto distinto a las que he trabajado anteriormente, y su brillo es cautivador. El dibujo floral violeta y azul pavo es protagonista sobre la sombra de hojas en dos tonos del fondo. En su revés se puede leer la marca de esta conocida firma de moda francesa, en distintas direcciones.









Feliz Día del Carmen.
 Un beso de tu rubia.



 Y enlazamos a RUMS para que lo vean las demás.

viernes, 5 de mayo de 2017

Traje de gitana de niña.

 La expresión de nuestras tradiciones se refleja viviéndolas cada año y, sobre todo, enseñándole a nuestros hijos que somos así, y que ellos serán los responsables de que sigamos siendo así. En Andalucía tenemos el buen genio de mantener nuestra historia con convencimiento, de permitir que nuestros sentimientos nos rebosen los ojos de emociones, y de saber ser uno solo en nuestro particular repique de palmas. Se nos llena el pecho hablando de nuestra ciudad, y es lógico que así sea. Por eso, es de lo que más hablamos cuando no dudamos en poner a prueba nuestro quejío más conocido: las sevillanas. 

 "... Impresionante, Sevilla es impresionante, Sevilla es de otra manera. El delirio, plena y arte, lo mejor de España entera".

 Y si con la Semana Santa no quedó claro, para confirmarlo, nuestra Feria de Abril. Ya es una ciudad bonita, pero imagínatela con una luz única, resaltando todos los colores y llena de alegría. Mi sobrina Ange ensalza los mismos adjetivos. No hay una sevillana más guapa y más feliz en todo el Real.



 No pocos quebraderos de cabeza me dieron esos pequeños volantes. Era el segundo traje de gitana que hacía, pero esta vez sin una prueba posible.



   

  La combinación entre telas en tono gris perla, donde predomina el estampado en lunares blancos, permite acompañar a este traje infantil de un mantoncillo de cualquier color, pero buscando aquél que centre la atención, para eliminar la sobriedad del color gris. En este caso, hemos elegido un rojo brillante para confeccionar a crochet pequeños círculos que, unidos y flecados, permitieron vestir el mantoncillo cruzado, como es habitual en la indumentaria para niñas.


 Después de unas semanas taconeando sólo por casa, disfrutando como una princesa, es mejor prevenir con unas medias finitas con lunares grises y lacitos.

¡¡Y nos vamos a la Feria!!

      
   




Y después de la Feria, nos vamos a Menuda Inspiración.

viernes, 31 de marzo de 2017

Estola de seda negra con flores color cobre.

 Nací un Sábado Santo de otro siglo. Ya acababa el invierno, pero hay zonas del país que se resisten a la primavera. Aún apetecía abrigarse al caer la tarde. Por eso, mi abuela Josefina le regaló a mi Madre un chal negro, con un dibujo de flores en tono dorado viejo. 
 Tras muchos años, ese chal con el que coincido en décadas de vida, ha terminado entre mis pañuelos, aunque no necesito tenerlo para que su estampado esté por siempre grabado en mi mente. Quizás ese recuerdo fue el que me impulsó a comprar una pieza de seda que, al verla, me transmitió una extraña familiaridad. 


 Cuando se trabaja con seda, es aconsejable utilizar alfileres y agujas muy finos, que abran el tejido sin dañarlo. Así,  existen unos alfileres especiales que se utilizan habitualmente para máquina de coser y que son los más finos del mercado. Se comercializan en dos tamaños y con cabecilla de colores. Estos alfileres los encontré en la Mercería La Hilarica, en Zaragoza.










 El estampado floral en tonos ocre de la estola nos hace volver a un tiempo anterior, sin dejar de ser una prenda actual y elegante. Seleccionamos el fleco en uno de esos tonos para no caer en la rutina de vestir de negro con complementos en el mismo color. La estola debe resaltar sobre el vestido o el pantalón elegidos y, sobre todo, sus flecos.

















 El degradado de amarillos y tostados permite que esta estola pueda ser utilizada en cualquier tipo de evento, ya sea durante el día o la noche, y no obliga necesariamente a combinarla con prendas de color neutro.















 En definitiva, soy propietaria de una seda original y llamativa, que dificilmente será olvidada en una esquina de mi armario. De hecho, la seda es un tejido que sigue vivo, y hay que vestirlo para que se conserve así; que note el calor de tu cuerpo, y, al rozarse con tu piel, reciba el sentimiento que cualquier ser vivo necesita para continuar respirando.




 Para Tía Mari Naty no resultó difícil volver a impresionarnos con un nuevo lienzo. Un fuerte temporal en el Cabo de Gata fue la inspiración para otro éxito asegurado. El mar se adentró bruscamente hacia las salinas y propició un paisaje de desordenada belleza. Ya en calma, se pudo observar cómo una barca había quedado casi en la entrada de la iglesia, igual que una ofrenda a los pies de un altar. La aptitud colorista de esta pincel de oro lo refleja como un hecho habitual, en un encuadre de luz, con la blanca iglesia como protagonista. No es la primera vez que este rincón de Almería se retrata con sus pinceles. Unos años antes mostraría toda una colección de degradados rojizos, como reflejo de incontables puestas de sol presenciadas mientras las olas tejían diminutas puntillas de sal a sus pies.