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domingo, 9 de febrero de 2020

Colcha de crochet azul en zig-zag.

 En casa siempre han gustado los libros. Recuerdo observarlos de pequeña con una tremenda curiosidad, pero nunca tocarlos. Conforme fue pasando el tiempo, entendí que ya podía mirar su contenido.


 Entre las novelas, enciclopedias y libros históricos, llamó mi atención una colección de doce libros encuadernados al estilo de los años ochenta, en cuyo lomo se podía leer "Labores". Hoy visten una estantería en mi casa.



 No tengo palabras para expresar la ilusión por leer su contenido, a modo de fascículos, en el que se trataban varias técnicas. Las fotografías, muy de la época, mostraban, efectivamente, labores, con un marcado carácter hogareño, útiles en el día a día, infantiles o textiles de casa. Los diagramas y explicaciones estaban dirigidos a una experta ama de casa, acostumbrada a elaborar prendas de vestir y complementos de ajuar. Demasiado bagaje como para empezar a aprender...
 Sin embargo, una fotografía colorista consiguió hacerme pensar que sería capaz de lograr una labor similar a la que estaba observando.




 



 Con esta idea, comencé a tejer una colcha siguiendo un patrón en zig-zag, aumentando y disminuyendo puntos cada seis, a la vez que combinaba distintos tonos de azul, en franjas de diferente anchura.


 Este tipo de labores son tediosas, se alargan en el tiempo, y por lo general, suelen cansar por la rutina de su diseño. Conforme se va haciendo, va aumentando su peso, impidiendo el poder hacerla en otro sitio que no sea el sofá de casa. Por no hablar del calor que transmite, acotando la estación del año en la que se teje. En una primera interpretación parece que pretendo justificar el excesivo tiempo empleado para trabajarla. Sin embargo, intento enfatizar el valor que se incluye entre punto y punto, por la perseverancia y paciencia que llevaron a su conclusión.
 Pero, después de quince años, llega la satisfación de su fin. Y la alegría de haber prometido tan laboriosa prenda a alguien que quieres... ¡¡para que pueda dormir la siesta calentito!!








¡¡A la cama, moreno!!




sábado, 13 de mayo de 2017

Funda para la máquina de coser.

 Que me guste la costura, las telas y los hilos no es casualidad. En casa siempre ha habido mucho movimiento de estos materiales. Y el llamado "armario de la costura" era para mí como el escondite de los tesoros, que, cuando mi Madre lo abría, yo no quería que se cerrara nunca. Deseaba tocar todo lo que en él se guardaba, meticulosamente ordenado, y dejarlo siempre así, para encontrarlo en la más estricta secuencia de tamaños y colores. 
 Así, marcada desde pequeña, el tener un sitio reservado para coser era una prioridad para mí. Es el espacio de los sueños, donde duermen y se hacen realidad. Así que debe ser acogedor, limpio y confortable.
 Mi Madre lo ha tenido en cuenta aún cambiando de casa. Presidido por la máquina de coser, dibujó el boceto de un armario de madera hasta el techo, preservando su espacio de costura. Yo examinaba con detenimiento la nueva ubicación para su máquina de coser, hasta que, oh horror, decidió cubrir tan preciado tesoro con un escueto trozo de tela que hacía caer estrepitosamente la magia de aquel momento. Fue en ese instante cuando me sentí en la obligación de hacerle una funda para su máquina.




 En realidad, se trata de un proyecto muy sencillo, basado en tres rectángulos. Dos de ellos serán iguales (en adelante, A es el delantero y B es el posterior). El tercer rectángulo, de mayor longitud, servirá de unión entre los dos que son iguales (en adelante es C). El tamaño de los rectángulos dependerá de las dimensiones de la máquina de coser.









 Situar el rectángulo B con el revés hacia arriba y unirlo por los laterales y la parte superior al rectángulo C.  En tejidos con dibujo tener en cuenta que éste coincida, y hay que prestar más atención si se trata de un dibujo a rayas. Remallar y coser.






 Para redondear las esquinas, girarlas provocando dos pliegues en los rectángulos A y B, sobre el rectángulo C.













 Coser los laterales del rectángulo A y después unirlo al rectángulo C sólo por la parte superior. De esta forma, el rectángulo A se levantará completamente y dejará ver la máquina.











 Para finalizar, remallar y coser todo el bajo por igual, teniendo en cuenta la altura de la máquina.  



Así quedó la funda de la máquina de coser antes que la viera Mamá.
 ¡Era una sorpresa!
FELIZ DÍA DE LA MADRE


 Si queréis ver más labores para el Día de la Madre se publicó una entrada especial.




viernes, 28 de abril de 2017

La máquina de hacer punto de abuela.

 De las historias que se han contado en casa, las que más me han fascinado siempre han sido las que recordaban cómo se habían hecho ciertas labores. Abuela Nati siempre estaba haciendo alguna. Nos dejó en herencia que cuando se terminaba algún trabajo había que rezar el "Bendito y Alabado". Se lo he visto hacer a mi Madre mil veces, y yo también lo hago, mientras observo mi obra con satifacción. Abuela tenía una habilidad especial para transformar telas e hilos. Le daba la vuelta a un traje de chaqueta de caballero y se hacía una chaqueta y falda para ella, con un corte que ni soñarían las modistas de la época. Y no sólo cosía, sus bordados eran dignos de museo. Obtenía las telas del lugar más insólito, como aquel mantel bordado a partir de la manga que medía el viento en el aeropuerto de Córdoba. Del dibujo a bordar se encargó Natita, convertida hoy en Tía Mari Naty. "Natita, deja ya el lápiz, que luego hay que bordarlo...". Costura, bordados, crochet, punto... Era tal la versatilidad de esta mujer adelantada a su tiempo, que no había técnica que se le resistiera. No tuvo ninguna dificultad a la hora de trabajar con una máquina de punto, ya moderna en aquel entonces. Esta joya la siguió por las distintas casas en las que vivió, para después descansar durante más de cuarenta años recogida en su maleta. Después de oir hablar tanto de ella no podía ni soñar que yo la haría viajar de nuevo a otro destino.

 Cuando Tía Pilar me la ofreció no dudé ni un momento que la quería, sin tener ni tan siquiera una imagen de lo que estaba aceptando. Al ver la maleta, me impresionó su tamaño. Más de un metro de largo por apenas veinte centímetros guardaban un trocito de historia, de nuestra historia. Nos daba miedo o respeto abrir esos pestillos, y lo hicimos lentamente. 


El interior desconcertaba. A un lado, varios tubos metálicos, piezas y accesorios se distribuían desordenados a lo largo de la maleta. Pero mi interés estaba en un trapo arrugado en un extremo y en una libreta que quedó aprisionada debajo de los tubos.


 En la otra mitad de la maleta, quedaba el verdadero instrumento con el que conseguir perfectas labores de punto, casi a la altura de las industriales. Y aún conservaba la funda de plástico original, que lo preservaba del inevitable deterioro que los años querían hacer sobre este equipo, y que sólo consiguieron actuar sobre la ahora delicada maleta.


 Tía Pilar, conocedora de lo que allí había, cogía con soltura las piezas, las mostraba y las nombraba, mientras yo buscaba ansiosa la letra de abuela en aquella estropeada libreta. 


 En estas circunstancias se hace verdad que todo depende de los ojos con los que lo miras. Mientras otro la tiraría a la basura, yo era capaz de abrazarme a aquella polvorienta maleta, con riesgo de terminar totalmente desaliñada.




 Ya no sabía a qué sentimiento escuchar cuando apareció Tía Pilar con el tan necesario libro de instrucciones, con hojas sueltas en su interior. Y en esas hojas, vuelvo a contener la respiración al recordarlo, se mezclaban la letra de abuela, de Tía Carmen, Tía Pilar... con los datos de las prendas a realizar y los nombres de mis primos mayores, incluso de mi Madre, que lucirían esas prendas. Cuántas tardes de conversación habrán escuchado esos trazos...





 Cada entrada que escribo contando las cosas de casa, recuerdo cuando empecé con este blog y Tía Mari Naty me dijo que iba a escribir la historia de la familia... ¿se puede acertar más?

 Son muchos los que me ven capaz de poner esta máquina en marcha de nuevo. Otra rubia de ojos claros pasando los peines de lado a lado. Sin duda, es un trabajo delicado que hay que estudiar con detenimiento. ¡Prometo intentarlo al menos!

viernes, 21 de abril de 2017

Cestos de mimbre.

 El arte de trenzar mimbre es una de las más antiguas técnicas de manualidades de nuestro país. Junto al modelado del barro, constituye el comercio típico de pequeños núcleos de población, especialmente en el sur de España, donde el clima es más seco y favorece su conservación. Además, por sus propias características, aporta sensación de frescor al ambiente, indispensable en esas latitudes.



 El mimbre proviene de las ramas de un arbusto de la familia de los sauces. En concreto, se trata de Salix viminalis. Así, estas fibras vegetales destacan por su extrema flexibilidad cuando se encuentran verdes y húmedas.

 A pesar de su sencillo final, dar forma al mimbre no resulta fácil. Existe un procedimiento a seguir, durante el cual se humedecen las cañas para conseguir curvarlas sin romperlas.  Una amplia experiencia se refleja en cestos, bandejas, fundas de botellas, lámparas y numerosos muebles.

  Mi primer costurero fue una cesta de mimbre con asa. Quizá por eso también me apasiona el mimbre. Todavía recuerdo el estampado de la tela que forraba su interior. Los Reyes nos trajeron una cesta para mi hermana y otra para mí, con un juego de agujas e hilo azul bebé. Ese hilo no se acababa nunca, hacíamos y deshacíamos, aprendiendo a hacer punto. Era muy pequeña cuando asociaba esa pequeña cesta con las jarras de cristal que forraba en mimbre un cuñado de mi abuela Josefina, en Jerez de La Frontera, para llenar su tiempo una vez jubilado.

 En casa siempre había cestos de mimbre, entre otros usos, para la ropa sucia y para la ropa de plancha. Estaban vestidos con una funda que llenó una tarde de costura para mi Madre. Cuando tuve mi casa hice por tener el mismo paisaje. Puntillas y distintas telas de algodón adornaban el borde de estas fundas confeccionadas en un lienzo moreno que nunca se acababa en casa.

Cesto para la ropa sucia. 

  
Cesto para la ropa de plancha.







  Además de estos cestos, otros objetos de mimbre adornan mi casa, como la papelera del baño, la cesta de las bolsas que me regaló Tía Carmen, varias cestas para el pan, bajoplatos y hasta un arcón en el salón, que ya lo vimos en Casas rojas de Navidad.

 Y en mi taller, guardo los conos de remallar en una cesta que centra su atractivo, además de en la funda hecha por mi Madre, en su peculiar forma.




 Y siempre con la vista puesta en cualquier mimbre que se ponga por delante, como un cesto cuadrado que tiene mi Madre, con una funda también confeccionada por ella.



viernes, 17 de febrero de 2017

Cortina y bolsa bordadas.

 Según el tiempo del que disponga y el ánimo que tenga, despliego en mi taller los materiales de una técnica o de otra. A veces me llama más una aguja pequeña y combinar colores, como cuando diseñamos esta cortina. En esa época todavía no tenía mi taller instalado, pero contaba con un pequeño detalle que ahora ya es más difícil de tener. Mi Madre y yo formábamos equipo. Ella se dedicaba a la confección y yo al bordado y encajes. La labor surgía casi por casualidad, en medio de una conversación hablando de otra cosa. Lo único que había que hacer era decir en voz alta aquel tímido boceto que se te había ocurrido, y de repente, salían las ideas, se iban moldeando, se empezaba a estudiar con detalle, perfilando su forma. Esta cortina surgió así. El salón de Merche tenía tres ventanas dobles... íbamos a hacer seis piezas, pero sólo nos quedamos en ésta.


 El bordado, mi parte, está formado por el mismo dibujo repetido tres veces, cambiando los colores de las flores que lo componen. La hoja central de cada motivo alterna tonos oscuros y claros, adquiriendo fondo.
 Se puede apreciar el principio de una bordadora que intenta matizar. Queda mucho por aprender.










 En cuanto a la confección de la cortina, mi Madre escogió su tela favorita: el lienzo moreno. Algodón de calidad, con cuerpo, y que permite una costura sin problemas y un planchado excepcional. En la parte inferior, adornó el dobladillo con una pequeña vainica.









 Antes de realizar la cortina, decidimos probar el bordado en un pequeño trozo de tela. Nos gustó tanto la prueba que mi Madre no dudó en elaborar una pequeña bolsa alrededor de esa prueba. Como siempre, de resultado perfecto.

 Aquí se demuestra el grado de detalle en la confección de la bolsa.





viernes, 3 de febrero de 2017

Toallas amarillas con cenefa a punto de cruz.

 Si realmente te gusta una actividad, diriges tu vida hacia ella. Mi pasión por los hilos no se reduce a moldearlos o a combinarlos, me gusta observarlos y rodearme de creaciones textiles; y si son manuales, aún despertarán más mi atención. Es por ello que, además de mis labores, recibo con gusto las labores de los demás.
 El hecho de ver en casa un gran interés por las manualidades no implica que haya una obligación de continuar con la tradición, pero sí te predispone a practicar algún tipo de creación, aunque no sea la misma que sueles ver diariamente. Viendo a mi Madre tirar de la madeja yo he acabado enredando con los bolillos, y mi hermana ha preferido, principalmente, el punto de cruz. En la actualidad, algunas de estas labores constituyen una parte de mi ajuar diario. Es el caso de este juego de toallas en un tono amarillo suave, que Merche bordó a punto de cruz en varios colores.


 El patrón a seguir indicaba una cenefa de dibujo geométrico en rosa claro combinado con dos tonos de azul, los cuales también enmarcan el bordado.



 Las líneas de los tres colores entrelazadas aportan movimiento al conjunto, llenando por completo la esterilla destinada a la decoración de la toalla.






 En el extremo opuesto a la cenefa, cada toalla dispone de un pequeño tramo de esterilla en el que poder realizar otro bordado a juego con el principal. Siguiendo la tendencia geométrica del diseño elegido, en este caso se realizó un bordado utilizando sólo los dos tonos de azul, ofreciendo profundidad gracias a la alternancia de zonas realizadas con hilos más oscuros.



 Al disfrutar de unas toallas con un rizo de calidad, y bordadas con tanto gusto y dedicación, es fácil que el espejo del baño contenga una sonrisa muy especial.


domingo, 6 de noviembre de 2016

El Blog de Costura más bonito.

 Aún conservo la ilusión del momento en el que empecé a escribir este blog. Llevaba muchos años ya tocando hilos y telas, conocía los productos y las marcas, y además de las tiendas físicas, sigo comprando por internet. Las tiendas on-line suponen una emoción más prolongada, hasta que llega el paquete a casa, y descubres el tesoro. 

 Comprar on-line será sencillo dependiendo de la página web que visites. En este aspecto, Telas Divinas nos lo pone muy fácil. Su tienda on-line está muy bien estructurada, organizada temáticamente. Ofrecen distintas perspectivas de sus productos en varias fotografías, ayudándonos a decidir si es lo que andábamos buscando. Este detalle les hace diferentes, igual que disponer de un servicio de chat activo para consultas, dudas, sugerencias..., además del contacto telefónico y vía mail.

 ¿Y sus telas? No necesitas más de dos páginas para darte cuenta de que esas telas son exclusivas, no las has visto antes. En seguida diseñas en ellas tus próximos proyectos de patchwork, ropa infantil, decoración... Botones y tijeras vintage que participarán en tu objetivo de conseguir un maravilloso resultado hecho íntegramente por ti.



Es tal la actividad de Telas Divinas en la web, que ahora nos sorprenden con un singular concurso para a elegir "El Blog de Costura más bonito". ¿Quién no va a querer participar?

 Las bases del concurso las puedes encontrar en su página web. Hasta el día 12 de noviembre puedes presentar tu candidatura, y votar en la página de Facebook de Telas Divinas desde el día 14 al 26 de noviembre.


 ¡Anímate a participar! Seguro que descubrimos blogs increíbles que nos dan muchas ideas para coser.