El arte de trenzar mimbre es una de las más antiguas técnicas de manualidades de nuestro país. Junto al modelado del barro, constituye el comercio típico de pequeños núcleos de población, especialmente en el sur de España, donde el clima es más seco y favorece su conservación. Además, por sus propias características, aporta sensación de frescor al ambiente, indispensable en esas latitudes.
El mimbre proviene de las ramas de un arbusto de la familia de los sauces. En concreto, se trata de Salix viminalis. Así, estas fibras vegetales destacan por su extrema flexibilidad cuando se encuentran verdes y húmedas.
A pesar de su sencillo final, dar forma al mimbre no resulta fácil. Existe un procedimiento a seguir, durante el cual se humedecen las cañas para conseguir curvarlas sin romperlas. Una amplia experiencia se refleja en cestos, bandejas, fundas de botellas, lámparas y numerosos muebles.
Mi primer costurero fue una cesta de mimbre con asa. Quizá por eso también me apasiona el mimbre. Todavía recuerdo el estampado de la tela que forraba su interior. Los Reyes nos trajeron una cesta para mi hermana y otra para mí, con un juego de agujas e hilo azul bebé. Ese hilo no se acababa nunca, hacíamos y deshacíamos, aprendiendo a hacer punto. Era muy pequeña cuando asociaba esa pequeña cesta con las jarras de cristal que forraba en mimbre un cuñado de mi abuela Josefina, en Jerez de La Frontera, para llenar su tiempo una vez jubilado.
En casa siempre había cestos de mimbre, entre otros usos, para la ropa sucia y para la ropa de plancha. Estaban vestidos con una funda que llenó una tarde de costura para mi Madre. Cuando tuve mi casa hice por tener el mismo paisaje. Puntillas y distintas telas de algodón adornaban el borde de estas fundas confeccionadas en un lienzo moreno que nunca se acababa en casa.
Mi primer costurero fue una cesta de mimbre con asa. Quizá por eso también me apasiona el mimbre. Todavía recuerdo el estampado de la tela que forraba su interior. Los Reyes nos trajeron una cesta para mi hermana y otra para mí, con un juego de agujas e hilo azul bebé. Ese hilo no se acababa nunca, hacíamos y deshacíamos, aprendiendo a hacer punto. Era muy pequeña cuando asociaba esa pequeña cesta con las jarras de cristal que forraba en mimbre un cuñado de mi abuela Josefina, en Jerez de La Frontera, para llenar su tiempo una vez jubilado.
En casa siempre había cestos de mimbre, entre otros usos, para la ropa sucia y para la ropa de plancha. Estaban vestidos con una funda que llenó una tarde de costura para mi Madre. Cuando tuve mi casa hice por tener el mismo paisaje. Puntillas y distintas telas de algodón adornaban el borde de estas fundas confeccionadas en un lienzo moreno que nunca se acababa en casa.
Cesto para la ropa sucia. |
Cesto para la ropa de plancha. |
Además de estos cestos, otros objetos de mimbre adornan mi casa, como la papelera del baño, la cesta de las bolsas que me regaló Tía Carmen, varias cestas para el pan, bajoplatos y hasta un arcón en el salón, que ya lo vimos en Casas rojas de Navidad.
Y en mi taller, guardo los conos de remallar en una cesta que centra su atractivo, además de en la funda hecha por mi Madre, en su peculiar forma.
Y siempre con la vista puesta en cualquier mimbre que se ponga por delante, como un cesto cuadrado que tiene mi Madre, con una funda también confeccionada por ella.
Pues me has dado una idea!!💡 Yo tengo una cesta de mimbre para la ropa sucia con una funda fea q traía de fábrica, se le cae constantemente, en cuanto tenga un hueco le hago una funda más mona o le mando a Tía las medidas...😂😂😂
ResponderEliminarCuando tú quieras te hago una. Siempre nos han gustado los cestos de mimbre pero las fundas que traen son muy malas y se las he hecho nuevas. Cristina siempre me las ha "robado" porque también le gustan mucho
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ResponderEliminarEn cuanto llegue a casa, tomo medidas...��
ResponderEliminarLindo post !!!
ResponderEliminarBesos
Feliz fin de semana