lunes, 20 de mayo de 2019

Intentando crear encaje de Almagro

 La primera vez que acudes a un nuevo proyecto siempre es emocionante, pero las siguientes veces ya sabes lo que vas a encontrar, por lo que tu interés puede ser mayor. Es lo que ocurre en las clases de Ana Isabel Madrigal.

 Pude reconocerla mucho antes de llegar a la cafetería donde estaba desayunando con otras encajeras. Aunque era invierno y hacía frío, el calor de la emoción podría haber hecho innecesario el abrigo que llevaba, el cual, ahora desabrochado, simulaba una capa tras de mí, ocupando la acera desnuda de gente, en aquella nubosa mañana mirandesa.
 Entré en aquel bar directa hacia ella, imposible equivocarse, y aún tuvo el humor de presentarse... como si no supiera ya a quien me dirigía.
 El alboroto que generaban el resto de alumnas en torno a ella, comentando los progresos de la última clase, las dudas que encontraban y la lluvia de deseos de nuevas labores situaba a este grupo de encajeras en un ambiente de trabajo despierto y ansioso de conocimientos, aumentando mi curiosidad y complaciendo el esfuerzo por el traslado desde otra ciudad.
 Y aprender Rosaline perlada fue el resultado, como ya os conté en Una ciudad llamada Rosaline.

 De la última reunión con Ana, hace ya algún tiempo, regresé a casa con mil ideas hablándome a la vez. En esta ocasión, me sumé a las que solicitaban un primer contacto con el encaje de Almagro. De esa experiencia, logré acabar con agrado una pequeña muestra que me provoca una sonrisa, recordando las ocurrencias de Victoria y la energía de Yolanda.


 Comenzando la muestra de encaje de Almagro.
Trabajo en la almohadilla.
Trabajo final.












 












 







 En el camino de vuelta a casa, notaba que en la bolsa de mis materiales de bolillos se había colado la inquietud de practicar una característica del encaje de Almagro que no se incluía en el patrón de inicio: el metidillo. Pero para lograrlo necesitaba un patrón cuyo dibujo lo incluyera. Los patrones de encaje de Almagro no son fáciles de conseguir, no están tan disponibles como los patrones de otras técnicas. Ante esta dificultad sólo me planteé el dibujar yo misma un patrón acorde con los trazos que necesito.
 Y me puse manos a la obra...





 Así lucía mi almohada gallega, llena de bolillos que seguían mi primer patrón. Si el hacer encaje ya me llena el alma, el pensar que yo había marcado los trazos aumentaba mi sonrisa.
























   Ésta es la pieza de la alumna feliz, de la alumna que, con lo aprendido, sigue buscando más, hasta ser quien completa todo el proceso, desde el principio al fin.
 Qué acierto haber utilizado los suaves bolillos de ébano de Conchi Pérez, con su repiqueteo alegre.




 Supongo que te habrás quedado con la duda de saber qué es el metidillo. A mí me lo explicó Ana, como tantas otras dudas...




martes, 14 de mayo de 2019

Mantoncillo de gitana para Ange.

 Cuando te planteas hacer una labor que será un complemento de vestuario, la mayoría de las veces se trata de suplir una necesidad que no puedes satisfacer debido al coste de una prenda muy elaborada o por su ausencia en el mercado más próximo. Este último motivo es el que suele ser más habitual en mi caso. Incluso a la hora de adquirir los materiales, suelo ser quien pide lo que no se oferta, por el escaso comercio que produce. Es una situación que me ha llevado a comprar un pañuelo ya confeccionado para que terminara siendo una chaqueta vaporosa de verano.
 La alta sensibilidad de la yema de mis dedos no se conforma con la primera tela que toca, y si lo hace es por falta de otras opciones. Algunas veces me crispo cuando encuentro una buena calidad al tacto que chirría con ciertos irracionales diseños.
 Los tejidos adamascados suelen tener una serena elegancia. Se sitúan entre la constancia de los lisos, al mantener un solo color, y el protagonismo de los estampados, por sus bordados florales y redondeados. Pueden acompañar diseños de varios colores y ofrecer armonía. Incluso han sido la solución al dilema de combinar una tela que es mejor que vaya sola. Así ocurría con el último traje de gitana de Ange: era difícil encontrarle un mantoncillo. Hasta que decidimos hacerlo en mi Taller... con una tela adamascada en tono albero.

 Aprendí a hacer flecos deshaciendo los de un mantón... Después tuve que hacer los nudos que había quitado, claro. Por supuesto que hay muchos lugares a los que ir a aprender a hacer flecos, pero en horarios incompatibles primero con mis estudios y después con mi trabajo. Al igual que con otras disciplinas que he querido aprender, sabía que algún día lograría hacer flecos, aunque no siguiera las normas establecidas. De hecho, se puede decir que "me invento" las formas que voy flecando, pero estoy segura que ya tienen nombre y han sido utilizadas por muchas flecadoras.


Elaborando el mantoncillo de Ange.
 



Detalle del enrejao 
del mantoncillo.
  
 La forma de lucir el mantón define el estilo y la costumbre de haber vestido de gitana.



Ange ya sabe lo que se hace en la Feria de Sevilla, y le gusta. Le gustan los volantes, los flecos, ver su casa llena de ellos, y que su Madre también se vista de gitana. Desde muy chica golpeaba el suelo con sus pequeños tacones, heredando con orgullo la alegría del Sur.

 

 Si quieres ver más flecos, tienes etiquetas de flamencaestolas y mantoncillos en este mismo blog, y la pestaña de Flamenca.