Según el tiempo del que disponga y el ánimo que tenga, despliego en mi taller los materiales de una técnica o de otra. A veces me llama más una aguja pequeña y combinar colores, como cuando diseñamos esta cortina. En esa época todavía no tenía mi taller instalado, pero contaba con un pequeño detalle que ahora ya es más difícil de tener. Mi Madre y yo formábamos equipo. Ella se dedicaba a la confección y yo al bordado y encajes. La labor surgía casi por casualidad, en medio de una conversación hablando de otra cosa. Lo único que había que hacer era decir en voz alta aquel tímido boceto que se te había ocurrido, y de repente, salían las ideas, se iban moldeando, se empezaba a estudiar con detalle, perfilando su forma. Esta cortina surgió así. El salón de Merche tenía tres ventanas dobles... íbamos a hacer seis piezas, pero sólo nos quedamos en ésta.
El bordado, mi parte, está formado por el mismo dibujo repetido tres veces, cambiando los colores de las flores que lo componen. La hoja central de cada motivo alterna tonos oscuros y claros, adquiriendo fondo.
Se puede apreciar el principio de una bordadora que intenta matizar. Queda mucho por aprender.
En cuanto a la confección de la cortina, mi Madre escogió su tela favorita: el lienzo moreno. Algodón de calidad, con cuerpo, y que permite una costura sin problemas y un planchado excepcional. En la parte inferior, adornó el dobladillo con una pequeña vainica.
Antes de realizar la cortina, decidimos probar el bordado en un pequeño trozo de tela. Nos gustó tanto la prueba que mi Madre no dudó en elaborar una pequeña bolsa alrededor de esa prueba. Como siempre, de resultado perfecto.
La cortina quedó preciosa pero era mucho trabajo para una principiante que además estaba estudiando una carrera. El lienzo es mi tela favorita, cose y lava estupendamente y además tiene un color muy combinable con todos los colores. El bordado me impresionó, era lo primero que hacía y como en todo PERFECTO
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