Vivimos en aceleración constante. Lo hacemos todo tan rápido que apenas lo disfrutamos. Pensamos proyectos que queremos realizados para ayer. Ya que la vida pasa con tanta premura, tenemos que contrarrestar su urgencia con paciencia y reflexión. Esa ansiedad por amontonar objetos que creemos que nos han de conducir a la felicidad debe compensarse con aproximarnos a la ausencia de "bultos" que nos impiden disfrutar de cada momento. Debemos aceptar que la verdadera felicidad no es tangible, no se trata de un sentimiento material.
Basándome en esta idea, me rebelo ante la pretensión de asombrar con un regalo que se ha conseguido pensando en él apenas una hora. Si así lo hago, es muy probable que el tiempo que permanezca en el recuerdo sea aproximadamente también de una hora.
Esta opinión tan particular está muy relacionada con las labores que me hacen sentirme satisfecha, normalmente las que siempre he llamado labores eternas.
Una de estas labores se podría situar como el regalo perfecto... perfecto para alguien especial, incluyendo la sorpresa de ir a llevarlo en mano, a pesar del día de viaje que suponía.
La elección del patrón y del hilo, las modificaciones sobre algunos de los puntos que se recomendaban para darle más personalidad al resultado, y la ejecución en sí fue como cuando inspiras aire de poco en poco porque el cuerpo no te admite más de una sola vez. Cada giro de bolillo con su pareja me aproximaba más a ese momento mágico en el que entregaré mi trabajo y recibiré el regalo que he estado imaginando de tantas maneras y que, al final, me sorprende porque ha sido de la única que no había pensado.
En el diseño a realizar se ofrecía trabajar las ondas del borde a punto medio. Junto a él y hacia el interior del encaje se disponen grupos de punto de la virgen. Por esta proximidad a un punto más laxo opté por rellenar más las ondas con punto de tejido y darle forma en el contorno con giros del par guía hasta el extremo.
Pero el gran detalle de este encaje está clavado en el centro. Los pañuelos sin tela, por lo general, suelen causar más admiración. Cualquier encajera podrá asentir ante la dificultad de unir el encaje a un pedazo de lino o algodón. En mi caso, suelo preferir los pañuelos sin tela, ya que ofertan la posibilidad de un dibujo más amplio, y dan la apariencia de un encaje de una sola pieza. En esta ocasión, el centro quedaba bastante al aire con arañas modificadas y un fondo de filigrama, que disfruté haciendo.
Basándome en esta idea, me rebelo ante la pretensión de asombrar con un regalo que se ha conseguido pensando en él apenas una hora. Si así lo hago, es muy probable que el tiempo que permanezca en el recuerdo sea aproximadamente también de una hora.
Esta opinión tan particular está muy relacionada con las labores que me hacen sentirme satisfecha, normalmente las que siempre he llamado labores eternas.
Una de estas labores se podría situar como el regalo perfecto... perfecto para alguien especial, incluyendo la sorpresa de ir a llevarlo en mano, a pesar del día de viaje que suponía.
La elección del patrón y del hilo, las modificaciones sobre algunos de los puntos que se recomendaban para darle más personalidad al resultado, y la ejecución en sí fue como cuando inspiras aire de poco en poco porque el cuerpo no te admite más de una sola vez. Cada giro de bolillo con su pareja me aproximaba más a ese momento mágico en el que entregaré mi trabajo y recibiré el regalo que he estado imaginando de tantas maneras y que, al final, me sorprende porque ha sido de la única que no había pensado.
En el diseño a realizar se ofrecía trabajar las ondas del borde a punto medio. Junto a él y hacia el interior del encaje se disponen grupos de punto de la virgen. Por esta proximidad a un punto más laxo opté por rellenar más las ondas con punto de tejido y darle forma en el contorno con giros del par guía hasta el extremo.
Pero el gran detalle de este encaje está clavado en el centro. Los pañuelos sin tela, por lo general, suelen causar más admiración. Cualquier encajera podrá asentir ante la dificultad de unir el encaje a un pedazo de lino o algodón. En mi caso, suelo preferir los pañuelos sin tela, ya que ofertan la posibilidad de un dibujo más amplio, y dan la apariencia de un encaje de una sola pieza. En esta ocasión, el centro quedaba bastante al aire con arañas modificadas y un fondo de filigrama, que disfruté haciendo.
Además de un correcto planchado, es conveniente buscar una presentación que impacte en el momento de entregarlo. Cuando Taty abrió la cartulina azul y retiró el delicado papel de seda que cubría el encaje, alcancé mi objetivo. Doble lágrima, porque no sabía que estábamos en la lista de los invitados a su cumpleaños.
ME ENCANTAN TODOS TUS PAÑITOS DE BOLILLOS!!!!!. Me quedaría con todos, son preciosos y perfectos y además del regalo fue una gran sorpresa para Taty que fuerais a su fiesta de cumpleaños. Un gran día
ResponderEliminarYo soy muy fan del movimiento slow y me gusta atesorar vivencias más que objetos. Valoro el pañito por ser una labor delicada pero lo que realmente conservo como más precioso es ese momento en el que apareciste para pasar un día conmigo. Tati
ResponderEliminarNi me había planteado faltar en un día tan importante...
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